miércoles, 29 de octubre de 2008

Desde Pokhara con amor


29-Octubre-2008

Salimos de Bandipur destino a los Annapurnas. Primero apiñados en un jeep para bajar a Dumrei, siguió un bus que ya estaba lleno y nos mandaron al techo con los equipajes de los pasajeros, un hombre y su cabra. Bonito viaje entre arrozales, alternábamos hacer fotos movidas y agarrarnos a la baca en las curvas. La cabra se restregaba en mis pantalones, babeaba, me clavaba los cuernos y por último se meó y el liquidillo resbaló debajo de nosotros hasta caer por el parabrisas delantero.

La mañana siguiente cogimos otro abarrotado jeep desde Besisahar hasta Bhulebhule, del que nos bajamos empapados de una mezcla de sudor de todos los viajeros. Ahí empezamos el famoso trekking de los Annapurnas. Las estadísticas dicen que el mes de octubre es el más concurrido con más de 14.000 trekistas de un montón de países, los españoles ocupamos el octavo lugar.

El trekking recorre más de 200 Kms, se sube un largo valle hasta pasar un collado a más de 5.400 m de altura y después se desciende por otro valle totalmente distinto al primero. Es impresionante cómo cambiaba el paisaje según íbamos subiendo: primero arrozales de un verde muy intenso y un valle amplio, después entramos en bosques de vegetación subtropical con lianas y sanguijuelas que chuparon nuestra sangre, laderas cubiertas de árboles, el río se iba encañonando, teníamos lluvias todas las tardes, después vino el rainforest con helechos, musgos colgando de los árboles; más arriba las coníferas, por encima de los 3.000 la vegetación fue desapareciendo y dio lugar a laderas rojizas, grandes cárcavas, yaks, mucho frío y algún dolor de cabeza por la altura. Desde la mitad de la subida empezaron a aparecer a nuestro lado las moles grandiosas de varios casiochomiles: los Annapurnas II, III y IV, el Gangapurna y otros de nombres imposibles de aprender. Nos costaba creer que esas cumbres que parecían tan cercanas estaban a más de 4.000 m por encima de nosotros.

Todos los días cruzamos el río varias veces por enormes puentes colgantes que oscilaban a nuestro paso, todos ellos adornados con banderitas de oración de colorines. Todos los días cruzamos también muchos pueblitos sencillos llenos de hoteles muy básicos. De vez en cuando aparecía un pueblo más grande con teléfono, internet a precio de oro y tiendas. Niños y adultos jugaban en la calle a una especie de ruleta con dados enormes que tiraban con un cubo, al parchís, a una especie de billar con fichas planas, las mujeres cocinaban, lavaban y se lavaban, los hombres porteaban, y todos nos saludaban con un “namaste” y una sonrisa.

Empezamos el trekking cargando con nuestras mochilas, pero tras el primer día yo (la “princesa”) decidí que la mía pesaba demasiado para cargarla más de 20 días y cogí un porteador que nos recomendó el dueño de nuestro hotel. Lucía y Eduardo más valientes decidieron seguir con sus mochilas a la espalda. Nuestro acompañante se llamaba Kushi, eso es todo lo que logramos saber de él. Es un ser tímido, callado y poco a poco le fuimos cogiendo cariño, pese a los problemas de comunicación. Era la primera vez que se dedicaba a portear y está claro que no es lo suyo. Era como si le hubiéramos puesto patas a mi mochila. A pesar de que dudábamos de que fuera capaz de llegar al collado fue el que subió más rápido en zapatillas y sudadera. Su equipaje consistía en una bolsa con unos vaqueros de diseño, una camisa de rayas naranjas, una sudadera, un pantalón de chandal, unas chanclas, un jabón, una toalla y un cepillo de dientes.

Aquí todo se portea, desde las mochilas de los trekistas a todo lo que consumimos: comida, agua, cervezas, camas, etc. También lo que los habitantes del valle necesitan incluyendo teles, muebles, pollos, vigas, etc. Es impresionante ver a los porteadores, hombres de todas las edades, algunos niños y hasta mujeres, cargando a veces más de 60 Kgs de una cinta alrededor de la cabeza, arqueados bajo el peso y con chanclas. Durante todo el camino hay poyetes de piedra para que puedan descansar.

Existe un sistema superestablecido de alojamiento y avituallamiento de los trekistas. En cada pueblo hay muchos hoteles, de hecho muchos pueblos consisten en sólo hoteles. Al principio eran 'bungalows' de uralita, después de contrachapado, que pasó a la madera, y ya más alto a edificios de piedra muchas veces pintados de blanco. Las habitaciones son muy básicas, con camastros con una colchoneta cubierta por una sábana blanca, hay que llevar el saco. Hay letrina-ducha comunitaria, a veces con agua caliente. Cuestan 0,50 E de media por persona. Para las comidas hay un menú de precios fijados por un comité de turismo que consiste en curries, rollitos de primavera, pasta, patatas, el típico plato nepalí llamado dhal bat y alguna repostería poco conseguida. A Lucía todo le parecía exquisito. Los precios van subiendo poco a poco según subimos el valle, en algunos platos el precio se dobla y en las bebidas se llega a multiplicar por 5. En los hoteles hay un piso arriba y otro abajo: los de “arriba”, los trekistas, pagamos poco por dormir, mucho por comer y una barbaridad por beber, y los de “abajo”, los porteadores y guías, que pagan nada por todo, comen el dhal bat de un tamaño el doble que el nuestro y no necesitan llevar saco. Es decir, que el sistema esta planteado para que los trekistas financien no sólo a los habitantes del valle que tienen negocio pocos meses al año, sino también a los porteadores, los lleven o no.

En algunos pueblos existe un puesto de 'safe drinking water” donde venden agua esterilizada con ozono a precio mucho más barato que las botella de agua mineral, y así además se evita que se vayan quedando botellas por todas partes.

Así transcurría el trekking, con Eduardoctísimo ilustrándonos a diario sobre todo lo referente a la los usos y costumbres de la cultura nepalí, las sanguijuelas, los ochomiles, el GPS, etc y sacando su despliegue de aparatos electrónicos para tomar datos (la PDA-GPS) y obtener información sobre cualquier tema (lleva un pequeño portátil con varias enciclopedias, que además nos ha servido para descargar fotos y escribir esta crónica).

Subimos poco a poco para aclimatar bien en la altura, hasta que todos coronamos con éxito el collado del Thorung La a 5.416m (algunos metros más alto que aquel pico que subimos en Perú) y empezamos la bajada por el valle del Kali Gandaki. Desde allí vimos a lo lejos nuestro primer ochomil, el “Daulaguiri”. El paisaje cambió drásticamente, parecía un desierto en tonos ocres, pasamos por el inicio del valle que sube al antiguo reino de Mustang (se queda pendiente para otro viaje), caminamos un par de días sobre las piedras del lecho de anchísimo río Kali Gandaki. Nos cruzábamos con peregrinos hinduistas que subían al templo de Muktinah a bañarse en sus 108 fuentes. Después aparecieron de nuevo los pinos y el bosque tropical. Este valle era más rico, con pueblos más bonitos y con más vida, los hoteles mejoraron considerablemente, su cocina también, para mayor satisfacción de Lucía-Exquisita. A lo largo del treking he leído el libro de Maurice Herzoz 'Annapurna, el primer ochomil', que me ha hecho disfrutar aún más del camino al pasar por lugares que Maurice recorrió en 1950 para llegar por primera vez a la cumbre de un ochomil.

En Jomson nos encontramos con Adela y Olga, unas amigas montañeras que sabíamos habían comenzado el trekking unos días después de nosotros, y tras compartir viaje un par de días nos abandonaron porque nuestro ritmo era demasiado lento para ellas. Las veremos en Kathmandu, aunque a lo mejor allí tampoco podremos seguir su ritmo desenfrenado de compras de material de montaña falso. También coincidimos varios días con un par de científicos americanos, especialistas uno en paleoclimatología y otro en religiones. Muchos israelitas, franceses y alemanes, y de vez en cuando algún español.

Cuando llegamos al fondo del valle de Kali Gandaki nos enfrentamos a una subida de 1.800 m casi enteramente con escalones, duro, duro, duro. Pasamos un par de días por bosques de rododendros preciosos habitados por monos para enlazar el circuito de los Annapurnas, casi completado, con un segundo trekking más corto, el del Santuario de los Annapurnas. Este camino sube por un valle cerrado con poco sol, sin pueblos, ya que es una zona protegida, y con algunos lodges en lugares definidos. Rododendros, bambú, niebla, cascadas, montañas “rotas” por avalanchas y desprendimientos, frío, y finalmente un anfiteatro a 4.000 m rodeado de montañas enormes y glaciares presidido por el Annapurna I, nuestro segundo ochomil. Este lugar es sobrecogedor, impresiona estar rodeados de tanta montaña tan enorme. A nuestra espalda el pico más bonito de nuestro Himalaya conocido, de casi 7.000 m, el Machapuchre. Tras una espectacular salida del sol sobre el Annapurna, contentos y satisfechos, emprendimos el descenso por el mismo valle, el mismo frío, las mismas montañas “rotas”, las mismas cascadas, el mismo bambú, la misma niebla, los mismos rododendros, y, finalmente, los mismos desesperantes escalones.

Los dos últimos días de camino han coincidido con una fiesta nacional que consiste en que grupos de niños que cantaban una canción, siempre la misma, se ponían en medio del camino y mientras uno bailaba el resto hacían una barrera humana para impedirnos el paso si no echábamos unas rupias en un plato lleno de flores. Esto se repitió hasta 15 o 20 al día, Lucia y yo lográbamos franquear la barrera haciendo cosquillas a los niños-barrera, pero Eduardo se quedaba frente a ellos intentando imitar la coreografía de la canción, como si estuviera en las danzas del mundo de los domingos.

Dos días después llegamos a Pokhara, la segunda ciudad del país, a la orilla de un lago del que se ven a los lejos los Annapurnas que dejamos atrás. Han sido veinticinco fantásticos días de trekking en el Himalaya, mas de 300 Kms recorridos y mas de 10.000 m subidos, y hemos disfrutado tanto que ya tenemos ganas de repetir el circuito cuanto antes. Hemos conocido mucha gente que lo estaba haciendo por segunda, tercera y hasta cuarta vez, algunos lo conocieron hace 30 años y todos coinciden en que este trekking es uno de los más bonitos e interesantes del mundo. Nos ha impresionado mucho la gente nepalí por su sencillez y amabilidad. Nosotros esperamos poder repetirlo antes de que pase tanto tiempo.

Namaste!

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