domingo, 20 de julio de 2008

Desde Cuzco con amor

20-Julio-2008

Cuzco es un lugar especial. Fue el centro del Imperio Inca, del que quedan pocos vestigios, y en su lugar un montón de iglesias impresionantes construidas sobre sus cimientos por los conquistadores españoles.

Tras el descubrimiento de las ruinas de Machu Pichu en 1912, se convirtió en un importante centro turístico. Está lleno de hordas de turistas, y todo lo que ellos (nosotros) conllevan: tiendas de artesanía, hoteles, internet, restaurantes, masajes, agencias de viajes aventura organizados, etc, etc. También muchas mujeres vestidas al estilo tradicional.

LLevamos cuatro días aquí, adaptándonos a la altura (unos 3350 m), al frió en cuanto se pone el sol, a los días cortos (anochece a las 6), a los modismos del idioma, y al nuevo grupo.

Sobre la altura, dicen que el truco es hacer todo muy despacio. El primer día cada vez que subíamos escaleras, aunque fuera despacio, se nos salía el corazón por la boca, el cuarto ya se queda el corazón a mitad del esófago. Veremos si somos capaces de montar en bici. A ratos nos duele un poco la cabeza, y por lo demás bien.

La llegada y el reencuentro fue un tanto accidentado. El Estimado y yo volamos desde Seattle, donde nos hicieron pagar una pasta por traer las bicis. Además debimos caerle fatal a la azafata, porque nos seleccionó para ser inspeccionados, nos cachearon y nos registraron las mochilas pasando papelitos impregnados en algo por los móviles, las cámaras, etc. También inspeccionaron las bicis. América...

Inma y Raquel volaron desde Madrid. Allí les cobraban dos pastas por traer las bicis, decidieron dejarlas en casa. Mientras ellas volaban nos informamos de que les cobraban de más. Así que al día siguiente volaron Joseba y Walter desde Madrid trayendo sus bicis y la de Raquel.

Cuando nos juntamos aquí lo primero fue conseguir una bici para Inma. En Sudamérica también todo es posible, algunas cosas mucho más posibles que en Norteamérica. Fuimos a un puesto de un mercado donde una señora llamada Evangelina vende piezas de bicis (piratas) y elegimos todas una a una, para que después un tal Wilfredo montara la bici. Lo más chungo fue conseguir adaptar un extraño transportín, para lo que tuvimos que ir a una tornería a que soldaran una pieza. Todo por unos 220 E. La bici tiene buena pinta, aunque en cuanto la han visto en nuestro hotel nos han dicho que todo es de contrabando.

Hoy hemos sacado las bicis del resto de las cajas y las hemos preparado, hemos comprado gasolina para la cocina y hojas de coca para combatir los efectos de la altura. Mañana salimos hacia el valle sagrado en dirección a Machu Pichu.

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